Un saludo cariñoso desde el confinamiento de mi hogar, he pensado varios días sobre escribir o no, mi corazón y mi mente están llenos de ideas, dudas y emociones encontradas. Finalmente me he decidido compartir con ustedes, este nuevo encuentro.
Esta pandemia que vivimos nos ha recluido en nuestras casas, aunque no todas pueden llamarse hogares. Y nos ha obligado a establecer (o re-establecer) relaciones con personas de la familia, que no siempre resultan familiares. Nos ha obligado a ver y re-conocer lugares que transitábamos a diario y que ahora, al mirarlos con detenimiento, encontramos cosas que antes no veíamos. Por eso también nos ha permitido descubrir y re-descubrir el espacio en que habitamos.
El resultado de todo esto no siempre será positivo, para algunas personas re-descubrirse con sus familiares podrá significar encontrar en su madre una persona interesante para conversar, descubrir en su hermana o hermano un espacio íntimo para hablar honestamente; pero para otras personas, puede ser trágico o letal incluso, descubrir en casa al hermano abusador, al padre alcohólico, a la madre enferma de celos.
Cada uno, detrás de las paredes de su casa, ha sido expuesto, casi sin advertencia ni tiempo de preparación, a su propio mundo privado. A ese mundo que cada día evitaba al escapar al trabajo, a ese mundo del que se quejaba con gente de afuera que solo conocía a través de las letras de una pantalla, a ese mundo que consideraba quizá demasiado simple para él, un mundo al que llegó a despreciar y colocar a un lado, porque siempre había mucho que hacer, deberes pendientes, demandas de otros o incluso, un mundo mejor esperando ahí afuera.
Ahora que estamos dentro y que no podemos escapar de este, nuestro pequeño mundo, creo que es momento de pensar en co-existir en paz. Esta frase surgió en una conversación con mi esposo, cuando hablábamos sobre qué podemos hacer frente a tanta violencia que vive nuestra sociedad. Entonces, como buen existencial que es, habló de co-existir en paz. Ahora lo entendemos como “un principio basado en la corriente existencial que determina tu forma de ser y estar junto al prójimo-próximo. La cercanía y proximidad re-define nuestra existencia y provoca un redescubrimiento en nuestro ser. Co-existir en paz forza a replantear la vida, allana el camino hacia un nuevo re-surgir”.
Co-existir es un verbo, porque se conjuga, si pensamos que todas y todos estamos inmiscuidos en la existencia; también porque se vuelve acción, co-existir en paz, no es un discurso que suena bonito, es una acción que nos mueve día a día a re-conocer al otro, a la otra que está junto a nosotros, a sabernos diferentes en muchas cosas pero tan iguales en lo esencial; es una acción cuando re-descubres la influencia de tu presencia en este espacio, la huella que dejas tanto en los corazones que tocas, como en la tierra que pisas, en los animales, en las plantas, en el aire, en el agua.
Hoy estamos obligados a permanecer en casa, quizá como una tregua, como un tiempo de aprendizaje forzoso, para aprender a co-existir en paz en nuestro pequeño mundo, en este mundo chiquito que llamamos hogar. Aprovechemos este tiempo para aprender, aprender de uno mismo, descubrir cuáles son mis deseos, mis sueños secretos, mis dolores no curados, mis pequeños males y grandes resentimientos. Ahora que hay tiempo, dediquemos también tiempo al otro, démonos la oportunidad de acercarnos a la vida que vive junto a nosotros, arriesguémonos a hacer una excursión al mundo interior e íntimo de quien comparte nuestro hogar. Aprendamos a entender que no todo tiene que ser como lo pensamos, que hay otras realidades construidas desde otras experiencias y que, si dejamos a un lado nuestra vanidad, podremos disfrutarlas también y descubrir, esos puntos de encuentro donde mi mundo y tu mundo se unen, se cruzan, se rozan. Co-existir en paz es un ejercicio de tolerancia, de valor, de autocontrol, de apertura, de dominio y, principalmente de amor.
Después de este entrenamiento forzado, sabiendo lo que tenemos dentro, será nuestro deber comenzar a ejercerlo afuera, en nuestra casa grande, en nuestro pequeño planeta azul. Hoy estamos obligados a vivir en los límites de nuestra casa, pero siempre hemos vivido en los límites de nuestro planeta y no hemos sido conscientes de ello. De este planeta tampoco podemos salir, y si nos cuidamos entre nosotros también lo estamos cuidando a él. Y si nos dañamos entre nosotros, también estamos dañando la tierra.
Que este aislamiento forzado, nos permita descubrir nuestra fragilidad y la fragilidad del mundo en que vivimos, que nos permita dar el verdadero valor a las cosas, que lo irrelevante se vuelva irrelevante y lo prioritario sea lo que aporta vida. Que este aislamiento forzado nos devuelva el miedo, nos permita reconocernos finitos y falibles, que nos quite la arrogancia con la que vivíamos el día a día, seguros de que siempre vendrán más. Que este aislamiento nos haga sentir la derrota, que no sigamos viviendo como ganadores egoistas, con tal de tener lo que queríamos no nos importaba el resto y sus realidades. Quizá ahora ni siquiera tenga sentido la competencia, ya no me interesa ganar, con ser y estar me conformo.
Que este aislamiento nos permita entender que tenemos otra oportunidad, para quedarnos con lo bueno en nuestra vida, para deshacernos de lo malo (aunque duela) y para comenzar de nuevo, con una mente y corazón limpios y maduros, dispuestos a contribuir y no dañar ni al otro ni al planeta. Entendiendo que co-existir en paz, es una responsabilidad, una acción diaria entre todos los seres que habitamos esta nuestra casa.
Con angustia, con miedo, pero llena de esperanza y amor, me despido de este nuestro encuentro.
Un abrazo profundo y cariñoso.
Anita
Comments