“No me pregunten quién soy y no me pidan que siga siendo el mismo”.
Foucault
Ahora que hice el video sobre “la vuelta al revés de Nietzsche” en que se opone a lo absoluto de los valores, pensé que otro pensador que luchó contra la tendencia humana de generar definiciones y clasificaciones morales rígidas fue Michel Foucault, historiador de las ideas y filósofo francés que nació en 1926 y murió en 1984.
Particularmente asocié a este tema dos conceptos suyos: Episteme y Discursos de poder.
Él mismo Foucault fue llevado ante psiquiatras a los veinte años por intento de suicidio y por su atracción sexual por los hombres (la homosexualidad era considerada una enfermedad en esa época). Su experiencia lo llevó a sospechar que quizá los psiquiatras hacían algo más que ayudar a los enfermos mentales, tal vez actuaban más como una especie de policía de lo permitido y lo prohibido en la sociedad.
Para él, toda definición de conducta anormal da cuenta de una construcción social, y establece una división entre los que se adhieren a las normas sociales y los que se desvían de ellas (Foucault, 2010a).
Episteme
Foucault observó que en cada cultura, el lenguaje, los esquemas perceptivos, los intercambios, las técnicas, los valores, etc., están gobernados por determinados códigos y éstos regulan las experiencias que vive el ser humano. Por esta vía llegó a la idea del episteme como la red base o el tejido que permite al pensamiento organizarse a sí mismo (Foucault 1999, 2003, 2010). Cada periodo histórico tiene su propia episteme que limita la totalidad de la experiencia, el conocimiento y la verdad. Todos los saberes particulares de un periodo histórico dependen de su episteme. Es decir, sólo percibimos según los códigos que tenemos.
En 1969 publica su libro: Arqueología del saber, seguramente influenciado por sus lecturas de Nietzsche. Foucault aquí realiza un tratado con método arqueológico donde mostró que los epistemes o formaciones discursivas, están regidos por reglas que operan en nuestra conciencia y limitan el pensamiento a un lugar y periodos dados.
Uno de los puntos más sobresalientes de esta reflexión es el reconocimiento de que las mentes de la época en cuestión se hallan encerradas, sin saberlo, en los códigos antes mencionados, como peces en una pecera, que ignoran que no se encuentran en el océano.
Entonces cuando generalizamos generamos conceptualizaciones que se sedimentan a través del tiempo, dando la impresión de veracidad, pero en realidad son simplemente discursos que varían según las diferentes épocas, comunidades, sociedades y/o contextos.
La originalidad de las distintas investigaciones de Foucault, consiste en que demostró cómo las concepciones de los discursos verdaderos dependen de los distintos epistemes. El pasado –antiguo y reciente–– de la humanidad no es más que un vasto cementerio de verdades muertas.
¿Por qué digo que asocio este concepto de episteme con la lucha de Nietzsche por lo absoluto de los valores? Porque en ese video les decía como Nietzsche demostró que los valores de bueno y malo, varían según la época. Desde este concepto de Foucault, podemos explorar a profundidad los discursos, para ubicarlos en el lugar y tiempo que les corresponden, no para considerarlos falsos o verdaderos, sino siempre relativos al episteme del que provienen. Cada época define sus discursos y estas definiciones pueden variar radicalmente a través del tiempo, por lo tanto, se rechazan las generalizaciones, y totalizaciones, ya que son vistas como expresiones siempre parciales referentes solamente a cierto contexto.
Por ejemplo, hablar con Dios, en el episteme de la edad media se percibía como una iluminación. En el episteme de la modernidad, se percibía como esquizofrenia. Ser una mujer de cuerpo curveado en el episteme de la modernidad era percibido como belleza, y la delgadez como enfermedad. Y en la época actual, lo curveado es percibido como no bello y como posibilidad a la enfermedad, y la delgadez es igual a belleza, e incluso “fit” igual a salud.
Discursos de poder
Después de plasmar el asunto de los epistemes, se dirige hacia una genealogía del poder. Es decir una búsqueda de los orígenes del poder, convencido de que detrás de los discursos, y en ellos mismos, actúa el poder, traslada su atención del plano de los discursos al de las formas de dominación, y muestra cómo la verdad y el saber están insertados desde siempre en estrategias de poder que los condicionan y guían.
A partir de esto es que escribió la historia de discursos olvidados como la locura, la medicina, el castigo y, por supuesto, la sexualidad.
En Historia de la sexualidad (1976-1984), señaló que el poder no se ejerce mediante la represión del sexo, sino con la producción discursiva de que hay una “naturaleza sexual” (Foucault, 2009a). Tal discurso intenta organizar a la sexualidad en un afán de controlarla, se define el placer y así se domina (Foucault, 2009b).
En Vigilar y castigar (1975) se ocupó de las relaciones entre el saber y el poder, dice que hay horarios, medidas de vigilancia, exámenes, archivos y muchas otras estrategias con las cuales el poder y el saber se vinculan, que las ciencias como la psiquiatría, psicología, medicina, criminología, y sociología, han asegurado que haya jueces por todas partes. Las instituciones que representan a estas ciencias son el manicomio, el hospital, la prisión y la escuela, por mencionar sólo las más importantes.
El hombre se convierte en el objeto/efecto de esta observación/dominación. Con el paso del tiempo, la costumbre y los hábitos hacen que dicha dominación y poder se ejerzan por la cultura y la sociedad para consigo misma (Foucault, 2010b).
Los sujetos anónimos viven en prisiones de las que no sólo no se dan cuenta, sino que incluso colaboran para mantener, fortalecer y embellecer sus barrotes. Muchas de las formas en que la sociedad moderna mantiene aprisionados a sus miembros es por medio de la enseñanza y divulgación de lo normal versus lo anormal: lo normal es igual a salud, salud es igual a bueno, por lo tanto lo normal es igual a lo bueno; lo anormal es igual a enfermedad, la enfermedad es mala, y por lo tanto todo aquello considerado anormal es automáticamente entendido como malo. Toda definición de conductas anormales da cuenta de una construcción cultural y, como ya se mencionó, es a partir de ella que se generan las divisiones entre los que se adhieren a las normal sociales y quienes se desvían de ellas.
Por ejemplo cuando nosotros mismos vigilamos a nuestros vecinos, o a nuestros amigos para que se ajusten a las normas sociales, y si tienen actitudes “anormales” les castigamos, ¿con qué? Con el látigo de nuestro desprecio. Alejándonos.
Si pensamos en el episteme, podremos reflexionar que dichas normas sólo son relativas a una época.
Bibliografía
Foucault, M. (1970). La arqueología del saber. Argentina: Siglo XXI.
Foucault, M. (2010a). Los anormales. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
Foucault, M. (2010b). El orden del discurso. México: Tusquets.
Foucault, M. (1999). Estrategias de poder. Barcelona: Paidós.
Foucault, M. (2009a). Historia de la Sexualidad (Vol. 1. La voluntad de saber). Mexico: Siglo XXI.
Foucault, M. (2009b). Historia de la sexualidad (Vol. 2. El uso de los placeres). México: Siglo XXI.
Foucault, M. (2003). Microfísica del poder. México: Octaedro editores.