¿Qué es, entonces, la verdad? Un ejército fluctuante de metáforas, metonimia antropomorfismos […] que después de largo uso le parecen a un pueblo ser algo estable, canónico e imperativo; las verdades son ilusiones, aunque hayamos olvidado que lo son. Friedrich Nietzsche
Alpe México organizó un evento titulado "Mujeres 2021" los días 10 y 11 de marzo del 2021 para conmemorar a la mujer. El tema y la pregunta que nos hicieron a las ponentes fue: ¿Qué es ser mujer?
Parte de este escrito está ya en la entrada del blog con el título: Deconstruyendo el género (Flores Macías, 2019), pero ahora lo voy a enfocar exclusivamente a responder la pregunta: qué es ser mujer hoy en día. Cuando me invitaron a realizar una charla respondiendo, qué significa ser mujer, yo no podía dejar de hablar de la frase: “mujer no se nace, se hace”, pero no sólo voy a hablar de Simone de Beauvoir, sino de una especie de genealogía de este significado, empezando por Margaret Mead, Simone de Beauvoir, Teresa de Lauretis, Monique Wittig hasta el día de hoy con Judith Butler y el género performativo. Qué significa de modo práctico esa frase que hoy en día 2021 tiene más sentido que nunca. En todas las clases que he dado de Simone, la mayoría de los alumnos me dicen. Cómo. Cómo que mujer no se nace. Y es que tenemos tan arraigada en nuestra creencia que nacemos hombres y mujeres, que no podemos imaginarnos que no sea así. Que no nazcamos siendo mujeres. Sin embargo, tantas de las cosas que hoy se dicen del género y el sexo vienen de ahí. Cuando se habla del género no binario, de que hay más sexos que dos, etc. estas ideas no son nuevas, aunque maravillosamente hoy toman toda la fuerza necesaria para dejar de discriminar tanto mujeres, como identidades y preferencias sexuales. Ideas que se tornaron existenciales gracias a Simone, cuyas ideas, así como su forma de encarnarlas, son existencialistas. La misma Simone afirma: “La perspectiva que adoptamos [en El Segundo Sexo] es la de la moral existencialista” (Beauvoir, 2009, p. 30). Así que bueno, como apasionada del existencialismo, necesitaba trabajar esta frase para la conmemoración de la mujer. Antes que nada, quisiera que tomáramos en cuenta que no voy a hablar de género ni perspectiva de género, sino de teoría de género. Hoy en día utilizamos género como sinónimo de mujeres, porque “la búsqueda de la legitimidad académica llevó a las estudiosas feministas en los ochenta a sustituir mujeres por género” Scott en (Lamas, 2013, p. 329) debido a que la perspectiva de género fue una derivación del feminismo que “critica la concepción androcéntrica de humanidad que dejó fuera a la mitad del género humano: a las mujeres” (Lagarde, 1996, p. 13). La perspectiva de género es una visión crítica que busca en los ámbitos de las políticas públicas, resignificar la construcción social y cultural de las mujeres y reconocer el poder favorable a los varones. “La creciente utilización de la perspectiva de género […] ha permitido […] la visibilización de las mujeres […] pero ha traído también […] tendencia unilateral de la perspectiva en el análisis exclusivo de las mujeres” (Lagarde, 1996, p. 17). Por ello, yo quiero hablar de Teoría de género, que en cambio, es un término que el consenso reconoce fundado por la antropóloga estadounidense Margarita Mead (1901-1978) y resaltado en 1949 en el libro El segundo sexo de Simone de Beauvoir, y más adelante acuñado en Estados Unidos. Este hace referencia a una teoría sobre el rol social atribuido a cada sexo, así como la jerarquización en las relaciones entre hombres y mujeres. Entonces perspectiva de género es visión crítica de reconocer poder de los varones, teoría de género es teoría sobre el rol social que se atribuye a cada sexo y es en esto que yo me quiero enfocar. Lo primero que sucedió para que podamos pensar que no nacemos mujeres, fue en 1935, cuando la antropóloga Margaret Mead puso en entredicho la visión sexista biologista y señaló los contextos socioculturales. (Lamas, 2013). Es decir dudó de que seamos dos sexos biológicamente y señaló que estamos así divididos por contextos socioculturales. Una idea revolucionaria en su momento. Aun ahora nos va a costar, porque no significa que tenemos un sexo biológico y se atribuye un rol cultural. No, lo que dice es que esa misma “biología” entrecomillo, no es en realidad natural, sino cultural. Sigo avanzando. Más adelante Simone de Beauvoir (1908 – 1986) dio un paso decisivo al respecto, al enunciar cosas como su frase más famosa: mujer no se nace, se hace. La cito: "No se nace mujer: se llega a serlo. Ningún destino biológico, psíquico, económico, define la imagen que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; es el conjunto de la civilización el que elabora ese producto […] al que se califica de femenino" (Beauvoir, 2009, p. 371). De Beauvoir explicó desde la filosofía existencial, siguiendo a Heidegger (1889-1976), Sartre (1905-1980) y Merleau-Ponty (1908-1961), que aunque el cuerpo es indispensable para la existencia humana y, según este cuerpo será nuestra percepción del mundo, no es indispensable que dicho cuerpo tenga una estructura particular. Simone de Beauvoir enunció en su libro El segundo sexo, el libro feminista más importante del siglo XX, y que nutrió el feminismo del mismo siglo; que la división de las especies en dos sexos no es un hecho universal en la naturaleza. Existen organismos unicelulares (cuya reproducción está diferenciada de la sexualidad, pues las células se dividen y subdividen solitariamente, por ejemplo bacterias), la esquizogénesis (reproducción de las células por división del individuo que es asexuado, por ejemplo parásitos, como el que causa la malaria), la blastogénesis (reproducción asexual por gemación, por ejemplo medusas o corales), la partenogéneis (una célula reproductora se desarrolla hasta formar un nuevo individuo sin fecundación, como algunos anfibios o reptiles) (Beauvoir, 2009). Lo que Simone de Beauvoir sostuvo con esto es que, aunque algunos biólogos determinan la diferenciación de los sexos como un asunto de evolución de especies, estas teorías son discutibles. “Todo lo que podemos afirmar con seguridad es que estos dos sistemas de reproducción coexisten en la naturaleza, que uno y otro se ocupan de la perpetuación de las especies” (Beauvoir, 2009, p. 69), y no hay manera de demostrar que el que los seres humanos nos reproduzcamos de esta manera, sea una mera variación azarosa pues es un hecho irreductible y contingente. Aquí está sustituyendo la visión esencialista, por la existencialista. No somos en esencia dos sexos, existimos, hasta ahora, como dos sexos. Lo único que se puede demostrar es lo que existe, y no tenemos nada en esencia, es decir: de la misma manera, por alguna razón pandémica por ejemplo, podríamos seguir evolucionando hacia otro tipo de reproducción, como el hermafroditismo o una reproducción asexuada. “¿por qué no se lleva a cabo la reproducción humana mediante la partenogénesis, como sucede con algunas criaturas primitivas? ¿y por qué hay dos sexos y no tres o cuatro o cinco? Para ser totalmente honestos […] nadie lo sabe” (Weeks, 1998, p. 51).
¿Qué está diciendo? Mueve el feminismo que buscaba equiparación de derechos civiles y políticos, a un feminismo del siglo XIX y principios del XX, que aboga la completa igualdad funcional, argumentando que no existen de manera natural las diferencias biológicas entre los sexos como se han visto anteriormente; sino que es un proceso de la existencia, de socialización, arbitrario y que debe ser combatido. Nosotros nos comportamos distinto con hombres y mujeres, ocasionándoles características que luego decimos que son naturales. La cito:
A los varones […] se les niegan, poco a poco, besos y caricias; en cuanto a la niña continúan mimándola, […] el padre la toma en sus rodillas, […] la visten con ropas suaves, son indulgentes con sus lágrimas y caprichos, la peinan con esmero, divierten sus gestos y coqueterías […]; al niño, en cambio, se le va a prohibir incluso la coquetería. […] Pero es falso pretender que se trata de una circunstancia biológica; en realidad, se trata de un destino que le ha sido impuesto por sus educadores y por la sociedad. […] el niño se enorgullece tanto de sus músculos como de su sexo a través de juegos, deportes, luchas, desafíos y pruebas; […] por el contrario a la mujer se le enseña a agradar y ser delicada (Beauvoir, 2009, p. 210).
Después decimos ay es que la niña es tan femenina desde chiquita, ella así nació. Es que al niño yo le di una muñeca y un carro y él solito eligió el carro, es masculino. Nosotros hicimos que la niña fuera femenina y que el niño eligiera el carro. Y además quién nos dijo que el carro es masculino, la misma cultura. Es cierto que tenemos características físicas distintas: el hombre es más alto, tiene mayor fuerza muscular, tiene mejor capacidad respiratoria, su pulso late más lento, tiene un metabolismo de calcio estable, etc.; la mujer es más curveada y tiene más grasa para ayudar a la gestación y el parto, es menos pesada, su esqueleto es más fino, fija mucho menos las sales del calcio y las elimina durante las reglas y el embarazo, etc. “Sería un atrevimiento deducir de esta evidencia, que el lugar de la mujer es el hogar; pero hay gente muy atrevida” (Beauvoir, 2009, p. 77). La biología nos define, pero no nos determina, y los roles generados tienen más que ver con que, como decía el filósofo fenomenólogo francés Merleau-Ponty “el hombre no [sólo] es una especie natural: es una idea histórica” (Beauvoir, 2009, p. 96), es decir que está insertado en determinada cultura. Tenemos un cuerpo con unas características determinadas, pero, siguiendo la filosofía existencial, el cuerpo no es un objeto, sino una situación determinada por la cultura, y las costumbres culturales no se deducen de la biología. “Estos elementos biológicos son de enorme importancia, […] sin embargo, lo que rechazamos es la idea de que constituyan […] un destino predeterminado” (Beauvoir, 2009, p. 94 y 95).
¿Qué nos muestra esto? Que por ejemplo, las mujeres pueden cargar menos peso que los hombres por características físicas que son parte de la esencia biológica, y eso no las convierte en esencialmente más débiles para afrontar la vida, eso ya queda en la libertad del comportamiento que puede generar un patrón, pero no precede al acto. Los hombres pueden ser más fuertes físicamente que las mujeres y eso no los delimita esencialmente a sentir la vulnerabilidad y debilidad ante ciertas situaciones. “Son necesarias referencias existenciales, económicas y morales para definir concretamente la noción de debilidad” (Beauvoir, 2009, p. 97), no es que las mujeres somos esencialmente débiles, mientras los hombres son esencialmente fuertes. Si lo vemos como una característica esencial, entonces cuando un hombre es débil lo acusamos de ser femenino, y cuando una mujer es fuerte la discriminamos por masculina. Partiendo de la filosofía existencial puede que haya esencia de la mujer y del hombre en lo biológico, pero eso no determina una esencia de género femenina ni de género masculina, hay una existencia determinada por la historia y la cultura que nos genera una sensación de esencia. A lo que nos hemos acostumbrado es a falacias “que buscan “naturalizar” lo culturalmente creado” (Faur, 2004, p. 49) “Machos y hembras son dos tipos de individuos que en el interior de una especie se diferencian con respecto a la reproducción; sólo es posible definirlos en correlación” (de Beauvoir S. , 2008, p. 68). Tanto el sexo y género se definieron y clasificaron a lo largo del tiempo con la atención puesta en un único objetivo: reproducirnos como especie. Desde este lugar, se es mujer en relación al hombre. Y viceversa. Para salir de ahí, Simone propone reconocer a la mujer como sujeto, como ser libre que se realiza en su propio proyecto. La mujer hoy en día se sale de aquella que había aprendido a ser objeto de deseo y por lo tanto actuar de mala fe, enseñando el escote pero enojándose al ser tratada como objeto. Hoy reclama no ser más objeto para actuar de buena fe y enseñar el escote sin ser objeto de nadie. Reclamando su ser sujeto, y no en relación con el hombre. Somos un sujeto libre que se realiza en su propio proyecto. Proyecto que hoy en día encara el feminismo como hace 70 años no se hacía. El proyecto actual es gritar NO de manera firme a todos los abusos cometidos durante siglos. Eso nos deja en responsabilidad de elegir, algunas eligirán seguir como antes, sin involucrarse, sin comprender el grito feminista, negándolo, criticándolo de exagerado, de mal intencionado. Seguirán con sus comportamientos habituales, como fueron enseñadas y como se convencieron que era lo correcto. Otras comenzarán a cuestionarse, sin terminar de comprender muy bien del todo, pero cuestionándose y viendo cómo moverse hacia estos nuevos lugares. Y otras encabezarán la lucha, rebelándose absolutamente a todo lo que perciban como un abuso ante el cual gritar NO. Ese es el proyecto del 2021. Esto queda ya completamente fuera de ser el sexo débil, de ser delicadas, femeninas, y con vagina. Ser mujer es sentirse mujer. Tengas los genitales que tengas. Teresa de Lauretis (1938) es una teórica feminista con importantes contribuciones a los estudios de género. Afirma que el género es una representación con implicaciones concretas que se construyen por la cultura occidental. Como las representaciones de género implican una posición social que conlleva un significado, entonces representarse o ser representado como hombre o mujer implica asumir dichos significados y “la construcción del género es tanto el producto como el proceso de su representación” (de Lauretis, 1989, p. 11). “La construcción de género prosigue hoy a través de varias tecnologías de género (por ejemplo, el cine) y de discursos institucionales (por ejemplo, teorías) con poder para controlar el campo de significación social y entonces producir, promover e “implantar” representaciones de género” (de Lauretis, 1989, p. 25) Lo que hemos generado son estereotipos de ser mujer y ser hombre. El estereotipo era esta “plancha utilizada […] para reproducir una composición tipográfica, que consiste en oprimir […] una lámina […] que sirve de molde….” (Real Academia Española, 2017). Es un molde inmutable que se repite en el ser hombre y ser mujer. Se debe seguir un molde. “La adquisición de la identidad de género es similar a la de cualquier otra conducta. A través de […] observación, imitación y reforzamiento diferencial, niños y niñas aprenden a comportarse de acuerdo con e l grupo social en el que se incluyen” (Cala Carrillo & Barberá Heredia, 2009, p. 95) Se petrifican ciertas características que definen el género de tal manera que llegamos a considerarlas naturales.
Los sociobiologistas, por ejemplo, sugieren que nuestra historia evolutiva afecta profundamente nuestras relaciones personales más íntimas. La sexualidad natural del hombre lo envía en busca de muchas parejas sexuales, haciéndolo como un compañero inestable en el mejor de los casos, mientras que los orígenes biológicos de la mujer la destinan a mantener el fuego en el hogar. La batalla entre las sesiones es antigua, su origen se esconde en lo más profundo de nuestros genes. (Fausto-Sterling, 1992)
Lo que se está sosteniendo desde Lauretis es que los biólogos buscan confirmar como natural algo que se aprendió cultural. Es algo aprendido que los hombres deban andar por ahí conquistando miles de mujeres y es algo aprendido que las mujeres desean hacer hogar. Hay hombres que desan hacer hogar y mujeres que desean conquistar miles de hombres y no es que vayan en contra de su naturaleza, más bien en contra de su cultura.
Debatiendo estas perspectivas biologistas, Judith Butler (1956) filósofa que ha entrado en el campo del feminismo y la ética, afirma que el género es performativo, (Butler J. , 2006) (Butler J. , 2007) concepto propuesto por el filosofo del lenguaje J.L. Austin (1911-1960) que lo definía como “realizativo”. “Para Austin, la performatividad se da cuando en un acto del habla o de comunicación no sólo se usa la palabra sino que ésta implica forzosamente a la par una acción” (Subtramas). A finales de los años setenta, el filósofo postestructuralista creador de la deconstrucción[1], Jaques Derrida (1930-2004), “apuntó cómo los actos del habla performativos no son ejercicios libres y únicos, expresión de la voluntad individual de una persona, sino que más bien son acciones repetidas y reconocidas por la tradición o por convención social” (Subtramas). A principios de los años noventa, Judith Butler retoma a Austin y Derrida, formulando su teoría sobre performatividad en el género, argumentando que son una construcción social y cultural en lugar de una esencia. “Para que algo sea performativo tiene que producir una serie de efectos. Actuamos, caminamos, hablamos, de maneras que consolidan la impresión de ser un hombre o una mujer […] ” (Butler J. ) Es decir que el género se va construyendo en la práctica, aunque actuamos como si ser hombre o mujer fuera una realidad interna. Además, como diría Foucault, como sociedad vigilamos, o incluso discriminamos tratando de mantenernos en el lugar “correcto”. “Cuando nace un bebé, decimos ‘es una niña’, pero no se está constatando un hecho natural y esencial sino que se está asignando un rol cultural que hace que, desde ese momento, ese ser que acaba de nacer sea considerado una ‘niña’” (Subtramas).
Monique Wittig (1935-2003) escritora y teórica feminista francesa hizo una amplia crítica al sexo “binario”, así como “heterosexual”, señalando que dicha categoría nos coloca en la obligación de la reproducción. Las propuestas de Wittig se adieren al materialismo francés, que afirma que las ideas y categorías son culturales, es decir construidas por la sociedad y de ninguna manera son neutrales. Esta teórica señaló que incluso la categoría de sexo es social y no natural ni biológica. “La ideología de la diferencia sexual opera en nuestra cultura como una censura, en la medida en que oculta la oposición que existe en el plano social entre los hombres y las mujeres poniendo a la naturaleza como su causa” (Wittig, 2006, p. 22)
La creencia en un derecho materno y en una «prehistoria» en la que las mujeres habrían creado la civilización (a causa de una predisposición biológica), mientras que el hombre brutal y tosco se limitaría a ir de caza (a causa de una predisposición biológica), es simétrica a la interpretación biologizante de la historia que ha sido hecha, hasta hoy, por la clase de los hombres. Es el mismo método que consiste en buscar en los hombres y en las mujeres una razón biológica para explicar su división, excluyendo los hechos sociales. (Wittig, 2006, p. 32)
Butler retoma las críticas de Monique Wittig, reafirmando que “la categoría de sexo no tiene existencia a priori y per se” (Femenías, 2015, p. 21) y va más allá proponiendo que entonces se debe romper la distinción entre sexo y género ya que las diferencias anatómicas no son anteriores a las interpretaciones culturales. “El género es el aparato a través del cual tiene lugar la producción y la normalización de lo masculino y lo femenino junto con las formas intersticiales hormonales, cromosómicas, psíquicas y performativas que el género asume” (Butler J. , Deshacer el género, 2006, p. 70).
No nacemos mujeres, nos hacemos mujeres al incertarnos en la cultura.
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[1] Análisis semiótico creado por Derrida que pone en duda los significados de los discursos.